En la ladera de una montaña había una fuente conocida portodos como "La Fuente de la Esperanza". Todo aquel que estaba deprimido o desanimado por alguna dificultad, bastaba con que bebiera un poco de aquella agua para llenarse de Esperanza y tener fuerzas para superar su dificultad, por imposible que pareciera. Esto hacía que los habitantes de aquella región estuvieran siempre alegres a pesar de los problemas.
Pero un día la fuente se secó y ya no pudieron beber su agua. Esto fue catastrófico. El desánimo y la desesperanza se apoderó de todos. Dejaron de estar alegres y se volvieron terriblemente pesimistas.
Sólo hubo un niño que no perdió la Esperanza.
Todas las mañanas acudía a la fuente esperando que volviera a caer el agua. Y allí se pasaba el día entero. Los que le veían le decían que se marchara porque estaba perdiendo el tiempo; la fuente se había secado para siempre. Pero él no les hacía caso. Todos los días, semana tras semana, no dejó de ir a la fuente. Algunos hasta se burlaban de él y le tomaban el pelo. Era imposible que saliera agua porque el manantial de donde se alimentaba la fuente estaba cegado por la tierra.
El pobre niño se marchó muy triste y desanimado. Así que fue al pozo de donde bebían todos y tiró allí su gota de agua.
Sin embargo, aquella gota de agua tenía la Esperanza tan concentrada en su interior, que cuando se mezcló con el agua del pozo, hizo que todo él se contagiara de Esperanza.
Al día siguiente, cuando todos bebieron de aquel agua, quedaron nuevamente llenos de Esperanza. Cuando se enteraron de que había sido por la gota de agua que el niño había echado, fueron a darle las gracias porque fue el único que continuó esperando contra toda esperanza.
Y desde entonces, aquel pozo fue conocido por todos como el pozo de la Esperanza.
1. Cuáles son los pozos donde solías ir a beber y se han secado?
2. ¿A quién conoces que sea capaz de seguir esperando, cuando otros ya se han rendido? ¿Te pareces en algo a este "niño"?
3. ¿Dónde y cómo podrías echar tú "una gota" de esperanza?
4. ¿Cómo podrían ser nuestras parroquias, nuestra Iglesia, "fuentes de esperanza" hoy?